El 22 de julio de 1819 fue expedido el permiso para el cambio del cementerio, porque los cadáveres se sepultaban inicialmente en el interior del Templo; el primero (1º) de enero de 1820, fue bendecido solemnemente por el Pbro. Manuel Estéban Vega, cuyo cadáver se encuentra a la izquierda del Santo Cristo. Fue ampliado en 1849, y sirvió como cementerio por espacio de 104 años, hasta el 11 de octubre de 1924, cuando se dio al servicio el cementerio central; a partir de esa fecha, 1924, se encontraba en total abandono, hasta el año 1963, cuando se cumplían 40 años del sacrilegio del Sábado Santo, como en un acto de amor fue restaurado como se observa en la actualidad; para esa época, el Dr. Isaias Ardila Díaz, en asocio de otras personas, resolvieron, en un acto de desagravio embellecer este lugar: recogieron en grandes urnas parte de los 17.000 cadáveres que aquí se encontraban y los depositaron a los pies del Santo Cristo, que fue obsequiado por la Sta. Betsabé Díaz Orejarena, como también la imagen de la Dolorosa; el ingeniero, Ángel María Pradilla, trazó el plano del Templete y se hizo el Vía crucis de piedra; se bendijo el Camposanto, el 15 de septiembre de 1963, por el Dr. Monseñor José Díaz Plata, quien era Obispo de Tibú. En 1985, Monseñor Carlos Ardila García amplió el Templete en la forma octagonal, con planos del arquitecto Antonio José Díaz y con obra de VICTOR JULIO RUEDA PARRA; se bendijo nuevamente el 27 de noviembre de 1985. En la actualidad es uno de los sitios más frecuentados por los turistas, en primer lugar porque es un sitio de oración y segundo, porque allí está la tumba de Lengerke, personaje mítico en la ciudad.